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Querido 2019:



Gracias por enseñarme tanto, fuiste el cierre de muchos ciclos, me llevaste de la mano todo el año y a pesar de todo y todos no me dejaste caer. Contigo reencontré mi esencia, volví a apreciar aquellas cosas que había abandonado, a abrir mis ojos y a volver a ver más allá de las cosas que empecé solo a obviar.

Me hiciste crecer como persona, me enseñaste que no vale la pena, ni la vida enojarse por cosas que no tienen remedio. La gran mayoría de cosas importantes siempre tienen una solución, excepto la muerte, de allí no hay vuelta, al menos no en esta vida.

Contigo aprendí tantas cosas, que podría jurar que me hiciste madurar como muchos años no lo hicieron jamás, eres el mejor cierre de década que le pude dar al segundo piso, ese del que estoy a poco mas de un mes de abandonar, pero que aún día a día me demuestra todo lo que he aprendido en los últimos diez años.

Siento que este post está lleno de nostalgia, por todas esas cosas bonitas y mágicas que pude vivir este año que pasó, sí, hubo momentos tristes, pero ninguno fue lo suficientemente importante para opacar la luz de todos aquellos días en los que fui inmensamente feliz.

Me he reencontrado con la empatía que creí perdida, y muy por el contrario de lo que llegué a pensar, no me siento frágil, me siento más fuerte que nunca, llena de vida, llena de sueños, llena de amor, mi alma está lo suficientemente plena como para iluminar un poco la vida de las personas que me rodean.

Querido 2019, de verdad, gracias por tanto, gracias por enseñarme a valorar lo que sí importa, gracias por hacerme más yo, gracias por existir.


NOTA: Sé que este post llega tarde porque los de este tipo se suelen escribir en diciembre, pero bueno, estamos finalizando enero y yo quiero hacer este post como cierre de mi 2019. Gracias a ustedes siempre por venir a leerme, de verdad, se siente muy bonito que las personas te lean, gracias por ser y siempre estar.

Con cariño,

Eve.


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